Un
fiero fuego le quemaba la garganta
Pues
su lengua quería hablar
Pero
la mano no le dejaba,
Ella
había sido cómplice del pecado
Sus
ojos hipervigilantes
se
culpaban de ser los delatores.
Pero
todo tenía que ser controlado
La
dama de la racionalización debía ser la acompañante,
Una
sombra que no abandonara
A
este hombre
De
la moral que lo acusaba.
¡CALLAD!
La justicia pasa
Pero
su ingenuidad
No
la deja ver
Que
la burguesía nos protege
No
hay que dejar
Que
la angustia le invada
Pues
quien dice que un secuestrador
Debe
dejar de trabajar
Porque
tiene las manos
machadas
de carmesí.
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